23/2/09

DON JOAQUÍN VIDAL

En mi primera entrada en este blog quería hablar de Don Joaquín Vidal. Con frecuencia, cuando leo lo que él escribió, se me dibuja una sonrisa en la cara. Esas sonrisas de satisfacción que surgen cuando lees algo con lo que comulgas totalmente, y piensas: esto es lo que yo quiero decir, y no soy capar de expresar con tanta claridad, gracia y belleza como lo hace este “tío”.

Precisamente hoy, en el blog torear.blogspot.com, donde se dan cita un grupo de buenos aficionados, reproducen una entrevista a Don Joaquín, que en su día se publicó en la preciosa web francesa camposyruedos.com.

Por mi parte, reproduzco un fragmento del libro “El toreo es grandeza”, ya conocido por muchos. Con ese sentido de aficionado puro que tan bien se define a continuación intentaremos obrar desde este blog.

AFICIONADOS

El aficionado puro, ése camina quedo, para, mira, calla. El aficionado puro parece que mira, pero en realidad no ve. La ilusión de la corrida ocupa su pensamiento y sueña toros bravos, lidiadores expertos, artistas de la tauromaquia. Al aficionado puro, lo primero que le interesa del cartel es la ganadería y la hora de comienzo de la corrida. Los espadas, con ser muy importantes, constituyen un factor secundario en sus motivaciones, pues, toree quien toree, acudirá al festejo en cualquier caso. No suele alentar partidismos y lo mismo elogia hasta la excelsitud la actuación de un torero una tarde, que destruye analíticamente la siguiente. Algunos aficionados, cuando se les pregunta cuál es su torero favorito, se sienten ofendidos por la duda y responden severamente: – Yo no soy de nadie; sólo del que lo hace. Su exigencia es que salga el toro íntegro: que la lidia se ajuste a las reglas; que la presidencia cumpla y haga cumplir el reglamento. Si además hay toreo bueno, ésa ya será la felicidad. El aficionado puro vive la corrida desde sus prolegómenos, se fija en todo cuanto sucede en el ruedo y en el callejón; observa, estudia, analiza, correlaciona; posee un sentido de la justicia estricto y su primer objetivo es la defensa de la fiesta misma. El aficionado puro es beligerante con todo cuanto atente contra la autenticidad del espectáculo, con aquello que lo desnaturalice. Pero no es intransigente a ultranza, pues en sentido contrario, cuando hay toro íntegro, lidia verdadera, mérito del lidiador, se hace de miel. El aficionado puro, en realidad, es un bendito de Dios. El aficionado puro, entre corridas, se documenta, lee tratados de tauromaquia, y es normal que posea sus propios cuadernos de notas donde recoge minuciosos datos de toros y toreros, el apunte crítico de cada corrida presenciada. El invierno, que ya no es temporada, se le hace largísimo, aunque lo aprovecha para estudiar nuevos tratados, ensayos y biografías, y sigue atentamente el desarrollo de la temporada americana, que durante la invernada española está en todo su esplendor.
El toreo es grandeza, Joaquín Vidal Vizcarro, Editorial Turner.

AV.

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