2/3/09

Derribado nuevamente el último Osborne de Cataluña

El día veinticuatro del pasado mes de febrero, un grupo independentista catalán autodenominado ÚltimahoraCat2 derribó el último toro de Osborne que campaba en tierras barcelonesas y catalanas, concretamente en el término municipal de El Bruc, municipio de la comarca de Anoia.
No es la primera vez que grupos independentistas atacan esta valla publicitaria -que el Tribunal Supremo, en una sentencia emitida en diciembre de 2.007, dicta sentencia a favor del mantenimiento de los toros de Osborne debido al "interés estético o cultural" que se les ha atribuido- por considerarlo un elemento del nacionalismo español más rancio.
Pensarán que así matarán dos pájaros de un tiro: primero atentan contra el símbolo españolista de las bebidas espiritosas y por otro atacan la figura del toro, otro de los elementos claramente ligados a la cultura española.
Yo, aficionado a los toros, pido para ellos respeto para sus ideas a pesar de no ver esa necesidad imperiosa que tienen, ese deseo irrefrenable por separarse de España. Y, sin embargo, llegado el momento, si la legalidad se cumpliese a rajatabla y estuviesen validados todos los requisitos que la Constitución recoge para que tuviese lugar un referéndum, estaría dispuesto a aceptar la voluntad mayoritaria del pueblo. Fuese la que fuese. No se puede obligar a nadie a permanecer en un lugar donde no se siente cómodo.
¿Por qué no respetan de la misma manera a los que no piensan como ellos?
En todo caso ¿Qué culpa tiene una empresa que paga su alquiler por colocar en una parcela esa valla publicitaria y que gasta su dinero en el diseño y la colocación de la misma?
¿De qué sirven las sentencias del Tribunal Supremo si nadie actua para que no vuelva a producirse un acto semejante?
La impunidad de sus actos reivindica sus acciones y las legitima de cara a sus correligionarios. ¿Qué será lo siguiente?

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