Diego Urdiales se ha consagrado ante la cátedra de Las Ventas como el que no quiere la cosa. Lo ha hecho con una torería y un desparpajo impropios de quien está tan poco placeado. El valor, el conocimiento y el sitio que pisa han sido sus mejores bazas. Urdiales se ha mostrado como un torero completo que busca decididamente un puesto entre las figuras del toreo.
Se ha hecho torero de Madrid sin que ni siquiera un toro haya embestido con casta, nobleza y temple a su muleta. Se las ha visto con toros de los que piden el carné a los toreros. Toros con casta y dificultad como los Victorinos, aunque esto habría que matizarlo. Ha lidiado corridas muy deslucidas de Adolfo Martín y de Samuel Flores, saliendo ovacionado. También ha sido capaz de convencer a los mansos, aunque nobles de Carmen Segovia, para que embistieran a su muleta. Los de la ganadería madrileña le dieron el primer triunfo, el clave, el que le empezó a despejar el camino oscuro y con baches en el que se encontraba.
Antes hablábamos del valor y del sitio. Se entiende por sitio el espacio que se pisa delante de la cara del toro, en el caso de Urdiales es un sitio muy comprometido: estar siempre cruzado con el toro. Esto lo hacen muy pocos toreros en la actualidad, con lo que empieza a marcar las diferencias pronto. Para hacer eso es necesario también mucho valor, que lo tiene contrastado. Además hay que tener un gran conocimiento de la lidia, que no se le presupone a un torero de tan corto bagaje. En eso es especial Diego Urdiales, en su conocimiento y cultura taurina, adquirida por la enorme afición que siente por el arte del toreo.
Sería justo que esa distinción, la de torero de Madrid, que le ha otorgado la cátedra del toreo, le valiera para que los empresarios empezaran a echarle cuentas y para la próxima temporada firmara más contratos de Despeñaperros para abajo, donde por cierto, es todavía un completo desconocido.
Apuntaba antes que convenía matizar lo de que los Victorinos han tenido casta y dificultad, porque este año Victorino Martín pegó un petardo en San Isidro y otro en Otoño. Precisamente Diego Urdiales salvó a Victorino de que el petardo del pasado 4 de Octubre en Madrid tuviera, todavía, mayores proporciones. Un toro fue rechazado en el reconocimiento, otro devuelto a los corrales por la falta de fuerza y los otros cuatro fueron pitados en el arrastre.
Ya no es extraño ver a un Victorino flojear, mansear, rajarse o intentar saltar las tablas. Victorino lleva bastante tiempo traicionando a la afición que le encumbró, la de Las Ventas, y también a otras aficiones que siempre lo habían tenido, y querido, como un ganadero que criaba el toro encastado y bravo. En una década, Victorino Martín ha pasado a lidiar el doble de toros, con lo cual no es muy difícil suponer que ha ablandado el criterio de selección de las madres y padres de la ganadería. Lo demuestran las propias estadísticas que se publican en su página web. Esperemos que sean capaces de salir de esta mala racha.
La cara y la cruz de la temporada. Diego Urdiales de lo más emocionante, con permiso de José Tomás y Morante de la Puebla. Y por otro lado Victorino, de lo más decepcionante, con permiso de El Cid.
*Foto: www.davidcordero.es
Se ha hecho torero de Madrid sin que ni siquiera un toro haya embestido con casta, nobleza y temple a su muleta. Se las ha visto con toros de los que piden el carné a los toreros. Toros con casta y dificultad como los Victorinos, aunque esto habría que matizarlo. Ha lidiado corridas muy deslucidas de Adolfo Martín y de Samuel Flores, saliendo ovacionado. También ha sido capaz de convencer a los mansos, aunque nobles de Carmen Segovia, para que embistieran a su muleta. Los de la ganadería madrileña le dieron el primer triunfo, el clave, el que le empezó a despejar el camino oscuro y con baches en el que se encontraba.
Antes hablábamos del valor y del sitio. Se entiende por sitio el espacio que se pisa delante de la cara del toro, en el caso de Urdiales es un sitio muy comprometido: estar siempre cruzado con el toro. Esto lo hacen muy pocos toreros en la actualidad, con lo que empieza a marcar las diferencias pronto. Para hacer eso es necesario también mucho valor, que lo tiene contrastado. Además hay que tener un gran conocimiento de la lidia, que no se le presupone a un torero de tan corto bagaje. En eso es especial Diego Urdiales, en su conocimiento y cultura taurina, adquirida por la enorme afición que siente por el arte del toreo.
Sería justo que esa distinción, la de torero de Madrid, que le ha otorgado la cátedra del toreo, le valiera para que los empresarios empezaran a echarle cuentas y para la próxima temporada firmara más contratos de Despeñaperros para abajo, donde por cierto, es todavía un completo desconocido.
Apuntaba antes que convenía matizar lo de que los Victorinos han tenido casta y dificultad, porque este año Victorino Martín pegó un petardo en San Isidro y otro en Otoño. Precisamente Diego Urdiales salvó a Victorino de que el petardo del pasado 4 de Octubre en Madrid tuviera, todavía, mayores proporciones. Un toro fue rechazado en el reconocimiento, otro devuelto a los corrales por la falta de fuerza y los otros cuatro fueron pitados en el arrastre.
Ya no es extraño ver a un Victorino flojear, mansear, rajarse o intentar saltar las tablas. Victorino lleva bastante tiempo traicionando a la afición que le encumbró, la de Las Ventas, y también a otras aficiones que siempre lo habían tenido, y querido, como un ganadero que criaba el toro encastado y bravo. En una década, Victorino Martín ha pasado a lidiar el doble de toros, con lo cual no es muy difícil suponer que ha ablandado el criterio de selección de las madres y padres de la ganadería. Lo demuestran las propias estadísticas que se publican en su página web. Esperemos que sean capaces de salir de esta mala racha.
La cara y la cruz de la temporada. Diego Urdiales de lo más emocionante, con permiso de José Tomás y Morante de la Puebla. Y por otro lado Victorino, de lo más decepcionante, con permiso de El Cid.
*Foto: www.davidcordero.es
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