La verdad es que llevaba mucho tiempo tras de este libro, recomendado desde hace varios meses por un buen amigo, un apasionado del mundo de los toros y un ferviente admirador de su obra y su filosofía.
El pasado domingo, presenciando en Arnedo una extraordinaria faena de Diego Urdiales a su cuarto toro, recibí una llamada desde Madrid. Mi hermana había conseguido el libro en una feria de libros antiguos y de ocasión. El libro por fin llegaba a mis manos mientras veía torear. ¿Se podía pedir más?
Ayer me decidí a iniciar su lectura, pensada para degustarla poquito a poco, página a página, crónica a crónica, paladeando cada uno de esos pequeños relatos cómicos, trágicos, alegóricos, tristes, divertidos,... y hasta gastronómicos, que de todo hay y todo tenía cabida en aquella mente privilegiada que vertía sus ocurrencias a través de una pluma exquisita (Voy por la página 53 y el éxtasis ya se ha producido).
Me gustaría destacar algo que me llamó poderosamente la atención sin ni siquiera adentrarme en las letras de D. Joaquín:
"(...) Poca gente sabe que, así como el deporte tardó en adquirir la relevancia adecuada en las páginas del que sería el periódico de la transición por antonomasia, la tauromaquia mereció desde el principio trato de privilegio, debido en parte a las presiones que al respecto hizo el propio José Ortega Spottorno, que veía en aquella sección un signo distintivo del carácter orteguiano del diario."
Éste es un pequeño fragmento del prólogo que Juan Luis Cebrián, director-fundador de EL PAIS, escribió para la edición del libro, obra póstuma y legado del genial escritor y excelente aficionado D. Joaquín Vidal.
Han pasado siete años desde que se escribió ese fragmento y, o el señor Cebrián escribía de cara a la galería, o aquello que escribió con convicción se ha volatilizado con el transcurso del tiempo.
Poco queda ya de la esencia de aquellas palabras. Primero porque la transición nos queda ya algo lejos; segundo porque el diario EL PAIS no es el de entonces, ni en tirada, ni en valores ni en principios (hoy inmerso en el bombardeo mediático al primer gobierno que no le satisface sus deseos); y tercero porque, fallecido el gran gurú de la crónica taurina, les faltó el tiempo para privarle a los toros de su privilegio fundacional y orteguiano, y arrojarlos a la más mínima expresión. Lo de menos es entrar a valorar a los sucesores de D. Joaquín, que daría para otro post posiblemente más divertido.
El caso es que es capaz de escribir acerca de la importancia destacada de la información taurina desde la fundación de su diario, mucho más que la dedicada al ámbito deportivo, sin sonrojarse ni en su momento (sabedor de lo que luego dictaría) ni ahora que, desde su poltrona como presidente ejecutivo del Grupo Prisa, permite que se ataque a la Fiesta desde la sección del crítico taurino, figura a la que se le presupone cierto apego a la Fiesta. ¿Pero éstas labores no eran cosa de Manuel Vicent?
¿Con qué Cebrían nos quedamos, con el impetuoso defensor de los toros como un espacio capital en el periódico líder o el Cebrián que los ningunea y los ataca obedeciendo a algunos asuntos, cuanto menos, turbios en lo político?
Esto me recuerda aquello de "Éstos son mis principios; si no le gustan, tengo otros" Groucho Marx dixit.
El pasado domingo, presenciando en Arnedo una extraordinaria faena de Diego Urdiales a su cuarto toro, recibí una llamada desde Madrid. Mi hermana había conseguido el libro en una feria de libros antiguos y de ocasión. El libro por fin llegaba a mis manos mientras veía torear. ¿Se podía pedir más?
Ayer me decidí a iniciar su lectura, pensada para degustarla poquito a poco, página a página, crónica a crónica, paladeando cada uno de esos pequeños relatos cómicos, trágicos, alegóricos, tristes, divertidos,... y hasta gastronómicos, que de todo hay y todo tenía cabida en aquella mente privilegiada que vertía sus ocurrencias a través de una pluma exquisita (Voy por la página 53 y el éxtasis ya se ha producido).
Me gustaría destacar algo que me llamó poderosamente la atención sin ni siquiera adentrarme en las letras de D. Joaquín:
"(...) Poca gente sabe que, así como el deporte tardó en adquirir la relevancia adecuada en las páginas del que sería el periódico de la transición por antonomasia, la tauromaquia mereció desde el principio trato de privilegio, debido en parte a las presiones que al respecto hizo el propio José Ortega Spottorno, que veía en aquella sección un signo distintivo del carácter orteguiano del diario."
Éste es un pequeño fragmento del prólogo que Juan Luis Cebrián, director-fundador de EL PAIS, escribió para la edición del libro, obra póstuma y legado del genial escritor y excelente aficionado D. Joaquín Vidal.
Han pasado siete años desde que se escribió ese fragmento y, o el señor Cebrián escribía de cara a la galería, o aquello que escribió con convicción se ha volatilizado con el transcurso del tiempo.
Poco queda ya de la esencia de aquellas palabras. Primero porque la transición nos queda ya algo lejos; segundo porque el diario EL PAIS no es el de entonces, ni en tirada, ni en valores ni en principios (hoy inmerso en el bombardeo mediático al primer gobierno que no le satisface sus deseos); y tercero porque, fallecido el gran gurú de la crónica taurina, les faltó el tiempo para privarle a los toros de su privilegio fundacional y orteguiano, y arrojarlos a la más mínima expresión. Lo de menos es entrar a valorar a los sucesores de D. Joaquín, que daría para otro post posiblemente más divertido.
El caso es que es capaz de escribir acerca de la importancia destacada de la información taurina desde la fundación de su diario, mucho más que la dedicada al ámbito deportivo, sin sonrojarse ni en su momento (sabedor de lo que luego dictaría) ni ahora que, desde su poltrona como presidente ejecutivo del Grupo Prisa, permite que se ataque a la Fiesta desde la sección del crítico taurino, figura a la que se le presupone cierto apego a la Fiesta. ¿Pero éstas labores no eran cosa de Manuel Vicent?
¿Con qué Cebrían nos quedamos, con el impetuoso defensor de los toros como un espacio capital en el periódico líder o el Cebrián que los ningunea y los ataca obedeciendo a algunos asuntos, cuanto menos, turbios en lo político?
Esto me recuerda aquello de "Éstos son mis principios; si no le gustan, tengo otros" Groucho Marx dixit.
Enhorabuena por el artículo; no puedo estar más en sintonía con él.
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