Hubo un tiempo, años ha, en el que los sueños de una sociedad predemocrática, que imaginaba ansiosa un rumbo distinto para el conjunto de los españoles, quedaban reflejados en las columnas de un diario. Hubo un tiempo, años ha, en el que las plumas más reivindicativas y defensoras de los valores y principios que hoy nos rigen y de los que nos alimentamos, pugnaban ambiciosas por estar en nómina de un periódico. Hubo un tiempo, años ha, en los que las libertades en España se asociaban, con suma justicia, a una rotativa. Ese diario que portaba sueños de cambio, ese periódico que enfrentaba plumas, esa rotativa símbolo de libertad, tenía nombre propio: EL PAIS.
Portada de El País, lunes 2 de agosto de 2.010
Hoy, desde esas mismas páginas, se justifica la prohibición, se da pábulo a los que practican la exclusión, se escuda a los que sólo buscan crear una arcadia a cualquier precio, pasando por encima de las libertades de aquellos que no miran a través del mismo cristal que ellos, ignorando que la concepción del mundo es caleidoscópicamente diversa.
El pasado lunes, dicho diario practicaba el periodismo más infame para aliviar el sangrante atentado contra las libertades individuales perpetrado por el parlamento catalán, vestido con la legitimidad de la matemática pero despojada de la moral. Para ello, lucía a toda página una enorme fotografía que mostraba una panorámica del interior de la plaza de toros de Barcelona. Bajo el título de “Monumental vacío” buscaban justificar una decisión política amparándose en una instantánea ciertamente reveladora.
Justo es decir que aquel día la afición que mostraba la plaza, en su número, era muy pobre. Y que frecuentemente la línea de asistencia sigue por esos derroteros pero… ¿está justificada la prohibición de un espectáculo por el simple hecho de que no suscite el interés del público? ¿Debería existir un porcentaje mínimo de espectadores a los distintos espectáculos para que no se prohibiesen? De ser así, decenas de cantantes cantarían y harían sonar sus acordes en la clandestinidad, deportes minoritarios como el fútbol americano o el bogsley no podrían practicarse en este país.
El primero en abandonar un barco que se hunde es el dueño del mismo, pues quiere seguir construyendo barcos, llenar sus arcas y morir tranquilo rodeado de los suyos. Por eso, si los toros en Cataluña desaparecen, los que nos transmitan la noticia serán seguramente los empresarios, abandonando la gestión de la plaza cuando no sea rentable. ¿Nadie entiende que una empresa privada, que su finalidad es conseguir un beneficio, que maneja fondos propios, jamás estará dispuesta a asumir pérdidas millonarias? Si la plaza de Barcelona sigue abierta es porque, guste o no guste, generaba beneficio suficiente al final del ejercicio. A pesar de fotos como las del pasado lunes, esto es una realidad incontestable.
Resulta curioso, cuanto menos llamativo, que este periódico únicamente se haya acordado de los toros y los haya llevado a su portada para mostrar la cornada que un toro asestó en la garganta en la pasada feria de San Isidro a Julio Aparicio y para servir como lacayo altavoz de los que menoscaban las libertades. La primera sólo es una muestra de su retratada morbosidad. La segunda una evidencia de su desnortada personalidad fundacional.
¿Dónde quedan los principios fundacionales de EL PAIS?¿Dónde la opinión de aquellos hombres y mujeres que se dejaron la piel, que se jugaron algo más que su puesto de trabajo portando en su bolsillo la acreditación de EL PAIS con orgullo creyendo que portaban la libertad misma, a pesar de las consecuencias que podían derivarse en aquellos años oscuros previos y durante la Transición? Muchos de éstos fallecieron ya, desgraciadamente. Otros, se encuentran felizmente jubilados luego de decenas de años de servicio leal a unos ideales. Algunos, fueron prejubilados a la fuerza. Demasiado molestos. Acostumbraban, con su voz, a impedir que se diese el silencio necesario para que las directrices del líder resonasen en las paredes como un eco infinito.
Lo peor de todo es que da la sensación de que los toros es algo puramente coyuntural. Que más adelante vendrá algo que tampoco interese y que, posiblemente, contarán con su apoyo y su infraestructura para volver a las andadas.
Quo vadis, EL PAIS?
Lo que pocos, muy pocos saben, es que "La Monumental", genera beneficios gracias a las ayudas del gobierno, si el gobierno calatalán no quiere pagar para seguir esta tradición, no tolerará semejante estafa.
ResponderEliminarLa foto habla por sí sola, plaza vacía, pérdidas millonarias, esto no hay quien lo aguante.